Todos tenemos una historia, pero no a todos se nos nota
Escrito por Saira Quiñones el 30 junio, 2020
Todos los días salimos de casa y nos topamos con un sin fin de desconocidos en la calle. Desde el auto o desde la banqueta les vemos
caminando, cruzándose entre sí; algunos cabizbajos, otros escondidos tras el cubrebocas y los lentes. Personas anónimas levantando la cortina de
sus talleres, hablando en el celular, cruzando la calle. La señora que vende jugos en la esquina observando cómo todos caminan al ritmo del tic tac, aunque otros vayan un poco más aprisa. La neblina de la mañana es acogedora, algunos aromas también; entre el olor a tacos y a tierra mojada… pero el panorama es frío, demasiado serio, pocas sonrisas y rostros de incertidumbre.
A diario salimos de casa y nos topamos con un sin fin desconocidos que llevan a cuestas un costal invisible. El señor que espera el camión está lidiando con una enfermedad autoinmune; la señora de la camioneta de al lado tiene migraña; la chavita de la mirada triste que va allá arriba en el camión tiene la autoestima rota; esa mamá castrante y a su vez castrada le está inventando un chisme a su hijo porque no le cae bien su nuera. El viene viene sonríe porque casi completa para un lonche con la propina de la joven del auto lujoso, quien está saliendo de un desayuno; con la panza llena, pero con el corazón roto. Tu pareja, que en este momento es tu copiloto, trae un secreto en la punta de la lengua.
Todos tenemos una historia, pero no a todos se nos nota.
Ponlo en tu vida cotidiana, ponlo en tu corazón.